Los ricos mantienen una gran preocupación, más allá de multiplicar sus inversiones, y es esquivar las vicisitudes mundiales que puedan afectar su existencia. El problema lo visualizan en la existencia del hombre mismo y la solución se vislumbra en la tecnología.
Las epidemias masivas, afectaciones climáticas y crecientes migraciones, son algunas de las problemáticas que, en su mayoría, sobrepasan a quienes tienen la capacidad económica para apoyarse en los beneficios que ofrece la imponente tecnología. Pero, ¿qué les puede ofrecer la ingeniería genética o la inteligencia artificial para transcender como posthumanos y vivir para siempre?
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La filosofía de ricos puede ser muy profunda o muy superficial, dependiendo cómo se mire. En ésta fluye una infinidad de ideologías, pero hay una que alcanza la más alta expectativa de estos acaudalados, y es poder intervenir, a su libre voluntad, en su evolución biológica, y más aún, poder decidir cuándo morir.
¿Hay exclusión en el transhumanismo?
Si miramos 300 años atrás, la metodología científica de entonces ya era empleada sólo por las clases más altas, con un fin, enfrentar lo más cruel para el hombre: la muerte. Sin embargo, en los inicios de la era digital la visión de la tecnología era pensada en todos, o al menos predominaba la inclusión. En consecuencia, todos eran llamados a usarla. Este enfoque duró muy poco, cuando los dominios económicos fueron captando mayor interés.
La propuesta del transhumanismo ha sido en general mejorar la condición humana con el uso de la ciencia y la tecnología. Esto incluye tanto lo físico como lo emocional y mental. Sin embargo, lograr esas mejoras implican recursos. Es en ese punto en donde se plantea que únicamente aquellos que cuenten con los medios suficientes pueden acceder a tales beneficios.
Sin duda, esta manera de actuar y la accesibilidad a la ingeniería sólo devendrían en una marcada brecha entre ricos y pobres. En consecuencia, el transhumanismo se convertiría en un aspecto sobre el cual sólo algunos grupos podrían pretender.
Es claro que siempre habrá un amplio sector excluido, pues no todos los individuos tendrán acceso a las nuevas tecnologías, o en todo caso en las mismas condiciones. Existirán, como efectivamente existen, privilegios, los cuales ya no serán demarcados en el ámbito económico sino también en lo genético. Es decir, se llevará una diferenciación hasta en los genes, dando nacimiento a las clases biológicas.
La futura clase biológica
Las altas clases sociales pueden terminar convirtiéndose en clases biológicas, y a su vez conquistar lo que muchos multimillonarios quieren, acabar con la desigualdad de oportunidades de grupos sociales.
Sin embargo, aunque ese sea una considerable aspiración, quienes tienen la posibilidad económica de sostener tratamientos genéticos para mejorar biológicamente a los humanos serán los que tengan el dominio económico. Lo anterior, causa una consecuencia directa:
Existirá una desventaja en cuanto a la descendencia nacida en grupos familiares de bajos recursos.
Muy probablemente la clase alta ya no pretenda utilizar sus recursos para invertir o seguir acumulando riquezas. Al contrario, el interés de ese grupo social podría reducirse al mínimo para aislarse, mantenerse, asegurar su continuidad, e intentar por todos los medios ser parte de la futura clase biológica.
¿Los ricos conocerán el posthumanismo?
Plantearse la teoría de que los ricos puedan traspasar la barrera de lo humano y vivir la posthumanidad, involucra reflexionar sobre tres aspectos esenciales:
Existencia de los transhumanos
Sin dudas, cada día tenemos un presente más tecnológico, más transhumano. Sin embargo, también es importante determinar si el ser humano de manera individual ha adquirido igualmente esa categoría, pues para pasar a lo posthumano al menos se debe haber experimentado lo transhumano.
Ser un transhumano es una condición que, para algunas corrientes, están experimentando algunos seres en la actualidad, pues entienden que sólo con haber mejorado al individuo física, moral, emocional o cognitivamente, con el empleo de medicinas, ya se trata de un ser humano biomejorado.
Este supuesto no es compartido por la corriente mayoritaria transhumanista, quienes consideran que solo puede denominarse así a las personas que han experimentado en su cuerpo transformaciones tecnológicas de destacadas dimensiones, muy cercanas a la versión final de lo que sería el posthumano.
Tal sería el caso de la modificación del genoma humano con la ingeniería genética, procurando un organismo nuevo, que sea descendiente de la humanidad, pero con un porcentaje de vida indefinido, muy cercano a la inmortalidad.
Bajo este último supuesto puede considerarse que no se ha logrado experimentalmente tal integración, del hombre con la máquina.
Tendencia actual
En los actuales momentos vemos que las medidas que pretenden mejorar la capacidad del hombre con equipos tecnológicos o que ayuden globalmente a mantener la subsistencia humana, son colectivas. Se trabaja tecnológicamente por el bien de la colectividad y no pensando en el particular.
Sin embargo, se ha hecho creciente una excesiva individualidad por quienes hacen total uso de la tecnología y tienen los recursos económicos para obtener la más avanzada. Así, para los millonarios, puede ser mucho más tentador extender su existencia o derivar una nueva especie que le ayude a alargar su permanencia en el mundo, que pensar en el bien común.
La inversión de los ricos
Ante tal necesidad individual, se constatan actualmente particulares aportes de reconocidos magnates en pro de descubrimientos genéticos que aseguren la inmortalidad. Invertir en empresas que logren con sus estudios detener o revertir enfermedades o el envejecimiento, mejorar genéticamente sus propias cualidades, realizar implantes de cerebros, son algunas de las prioridades para estos multimillonarios.
En definitiva, para que los ricos puedan conocer el posthumanismo, aún deberán invertir con sus propios medios para lograr primero ser un transhumano, en lo más estricto del término. Por otro lado, deben luchar contra la idea de un bienestar colectivo y seguir persistiendo en su bien individual, costeando las inversiones necesarias para ello.
Al final, todo se reduce en coste y beneficios. De ser así, la eternidad tendrá un precio que muy pocos podrán pagar.