¿A qué raza perteneces? La verdad sobre las “razas” humanas

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razas humanas

Desde hace mucho tiempo, se ha intentado establecer que ciertos grupos humanos son superiores a otros. Para esta afirmación, solo se han basado en las características físicas de los individuos, categorizándolos en razas.

Ahora bien, ¿es correcto hablar de la existencia de razas en humanos? O ¿sólo se trata de un concepto social que ha servido para la segregación? Conozcamos más sobre este tema.

Origen del concepto “raza” aplicado en los seres humanos

En primer lugar, es oportuno señalar lo que se entiende por raza. Así, según la Real Academia Española, se trata de:

«Cada uno de los grupos en que se subdividen algunas especies biológicas y cuyos caracteres diferenciales se perpetúan por herencia».

Según este concepto, si los humanos pudiéramos dividirnos en razas, los grupos estarían claramente diferenciados entre sí, y estas diferencias persistirían en la descendencia. Sin embargo, ¿esto es realmente así?

En un principio, se tuvo la firme convicción de que las características físicas de los grupos humanos, permitían su clasificación en razas. Es decir, se agrupaba a las personas según su color de piel, ojos, tipos de cabello o la forma de su cráneo. Pronto, la antropología (ciencia encargada de estos estudios) debería reconocer que esta clasificación era sumamente difícil, pues existían demasiadas variedades y combinaciones.

Otro punto que se debe tomar en cuenta para entender el concepto, es que estos sistemas de clasificación racial variaban conforme a la época y su contexto. Pero, desde los años 1950 a 1960, estos sistemas cayeron en desuso y actualmente la comunidad científica ha concluido de forma mayoritaria que no existen razas humanas en un sentido estrictamente biológico. ​

Pese a lo anterior, la idea de que existen tipos de seres humanos, diferenciados por color de piel sigue persistiendo al día de hoy. Esto no es más que una ideal social y cultural sin base científica alguna. Pues lo que han demostrado los avances en genética, es que si bien existe gran diversidad genética, la base o estructura de nuestro ADN es muy similar entre unos y otros.

Las primeras clasificaciones entre seres humanos

Las evidentes diferencias fenotípicas entre los seres humanos, dio pie a que desde tiempos lejanos tendiéramos a plantear grupos y a etiquetarnos. Así nacieron las primeras clasificaciones:

En el siglo XVII, François Bernier, estableció una división de los hombres tomando en consideración sus características físicas y las regiones que habitaban. De esta forma, un primer grupo estaba integrado por los europeos, africanos del norte, persas, árabes e Indios. Más tarde, incluiría a los americanos, quienes eran de «color oliváceo». Un segundo grupo, lo conformaban los demás africanos. Por su parte, los asiáticos amarillos y los lapones, serían los otros dos grupos.

Ya en el año 1790, Johann Friedrich Blumenbach determinó la existencia de cinco razas, basándose en un análisis craneométrico; es decir, medía y clasificaba una colección de cráneos. Con ello, estableció las siguientes variedades: mongólico o amarillo, americano o rojo, caucásico o blanco, malayo o pardo (del sureste de Asia) y etiópico o negro. Para este científico, existía igualdad entre todas estas razas.

Nacimiento del racismo científico

Hacia la primera mitad del siglo XIX, el científico estadounidense Samuel Morton tuvo como principal línea de investigación los cráneos. Su método consistía en rellenar los mismos (que solían pertenecer a caídos en combate) con semillas de pimienta. De allí, dependiendo de la capacidad de almacenamiento, sacaba sus conclusiones sobre el desarrollo de sus propietarios.

Evidentemente, esta metodología no demostraba absolutamente nada. Sin embargo, esto no le impidió afirmar que existían cinco razas de humanos, todos con orígenes independientes, con características distintivas y que además atendían a una jerarquía.

Así, los blancos-caucásicos correspondían a la raza más inteligente. Por su parte, les seguían en jerarquía los asiáticos orientales o mongoles, a los que definía como ingeniosos y “culturizables”, dejándolos claramente en un escalón un poco inferior. Seguían en su categoría, los asiáticos del sur y los nativos americanos. Por último, ubicó a los negros-etíopes.  

Lamentablemente, estas ideas fueron aceptadas, especialmente por los defensores de la esclavitud y más tarde servirían para justificar los genocidios étnicos más crueles de la historia, cometidos en el siglo XX.

En la actualidad, Samuel Morton tiene la penosa distinción de ser considerado como el padre del racismo científico.

Antropología moderna y su opinión sobre las razas de seres humanos

Afortunadamente, todas estas ideas en el campo científico han sido desechadas. Como ya lo señaláramos, desde los años sesenta, la antropología ha establecido este concepto de «raza» como una categoría cultural.

Gracias a los avances en biología molecular y genética, los científicos han podido determinar que nuestra herencia genética, no solo es muy variada, sino que hace complicado llegar a conclusiones al momento de cruzar diferentes datos. Sin embargo, los estudios del ADN demuestran que en su estructura existen mitocondrias, las cuales heredamos de nuestras madres. Las mismas poseen la característica de que no se recombinan, por lo que los cambios que reportan se deben a mutaciones ocurridas a lo largo de muchas generaciones.

Adan y Eva mitocondrial

Por esto, se ha llegado a la conclusión que los humanos que actualmente habitamos la tierra, tenemos origen africano. Así las mitocondrias demuestran que toda la humanidad desciende de una sola mujer africana, que se calcula existió hace aproximadamente 190.000 años, conocida como Eva Mitocondrial.

La siguiente conclusión, es que no existen razas puras, ya que todos somos descendientes de la mezcla de linajes diferentes.

En cuanto a la línea del padre, se realizaron investigaciones centradas en el cromosoma Y. Así, se determinó que éste tiene una baja recombinación, lo cual permite afirmar que todos descendemos de un único hombre africano.

En este sentido, estas investigaciones nos revelan que todos estamos estrechamente vinculados, ya que compartimos la misma colección de genes con ligeros cambios. Así, a pesar de las grandes diferencias físicas, al estudiar nuestra estructura de ADN no se presentan grandes diferencias.

De esta manera, encontramos que, a simple vista, no pueden ser más distantes un polaco de una persona de la india. Pero, si realizamos un estudio de su ADN, no veremos más que similitudes. Lo que hace imposible clasificarnos en grandes grupos diferenciados o razas.

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