Muchas veces habremos escuchado la expresión “mi conciencia está tranquila”, o algún profesional de la salud habrá dicho “ya recuperó la consciencia”. Parecieran estar refiriéndose a cosas diferentes, pues una denota un juicio moral y la otra un término clínico.
Lo cierto es que definir lo que se entiende por “conciencia o consciencia” es bastante difícil, desde la forma correcta de escribirlo hasta el alcance del término. Veamos porqué.
Definición según la disciplina de estudio
Sobre este particular, han intentado indagar la filosofía, la psicología y hasta la neurofisiología. Pero ¿por qué disciplinas tan distantes entre sí se han tomado la molestia de estudiar este “fenómeno”?
Si nos detenemos un poco en cada una de ellas, tienen algo en común. En sus distintos enfoques, estos campos estudian la mente humana. Y visto de ese modo, es evidente que debía ser un asunto complejo, pues nadie afirmaría que la mente humana es cosa sencilla. En este sentido veamos cómo han definido la conciencia según el ámbito de estudio.
La consciencia según la psicología
Para esta disciplina, la consciencia es aquel proceso que permite a un individuo interactuar con la realidad e interpretarla. Es decir, gracias a la consciencia una persona logra tener conocimiento de sí mismo y de su entorno.
Hasta ahora parece sencillo de entender; no obstante, para que exista una consciencia deben darse varios fenómenos psíquicos. Lo complejo, es que éstos ocurren en la mente de los individuos. En otras palabras, la consciencia es accesible únicamente para cada sujeto.
Dicho de otro modo, la consciencia es esa capacidad atribuida únicamente a los seres humanos e implica su reconocimiento propio. Es el conocimiento y percepción de nuestra propia existencia, la cual diferenciamos de nuestro entorno.
Así las cosas, se podría resumir todo el proceso de la siguiente manera: el individuo percibe su entorno, mediante sus sentidos, luego lo analiza tomando información almacenada de experiencias anteriores, es decir, su memoria.
Es importante destacar que, existen distintos niveles de consciencia, los cuales dependerán del grado actividad neuronal del cerebro o la falta de ésta. Así tenemos que un estado como el coma clínico es el nivel mínimo o pérdida total de consciencia. Por otro lado, la vigilia es la conciencia misma, donde mantenemos un flujo de información de manera perenne.
A pesar de lo antes descrito, aún es todo un misterio para la ciencia cómo surge la conciencia, dado que no es algo medible ni tangible.
Conciencia según la filosofía y la ética
Otra de las disciplinas encargadas de develar el significado de la conciencia ha sido la filosofía. Para este campo del conocimiento, la conciencia tiene una connotación moral, relativa al sentido del deber.
En este sentido, la conciencia nos permitirá tener un objetivo o patrón para reflexionar si determinados actos, conductas, pensamientos y sentimientos son correctos o no. Ello, dependiendo del sistema de creencias de cada quien.
En otras palabras, nos da el poder de discernimiento, permitiéndonos distinguir entre lo que está bien y lo que no, o lo que es acertado y lo que no lo es.
Desarrollo de la conciencia
Ahora bien, el inicio y desarrollo de la conciencia, no es algo que podamos documentar o medir de forma inequívoca, pues como ya se señalara, deviene de procesos que ocurren a lo interno del individuo y solo él tiene acceso a su conciencia.
De manera que sólo nos queda recurrir a distintos estudios realizados, de los cuales se ha podido concluir que, la conciencia podría iniciarse tan pronto como abrimos los ojos por primera vez.
Ese preciso momento donde nos enfrentamos a nuestro entorno y nos percibimos como algo distinto de él, también conocido como proceso de diferenciación o individuación. Por su parte, este se refuerza con el pasar del tiempo, a medida que vamos adquiriendo experiencias y diferenciamos lo real de lo imaginario en nuestra mente.
De esta forma, durante la vigilia, seleccionamos estímulos externos que, procesados por la atención, serán almacenados en memorias. Todo ello, hasta que formamos nuestra identidad y consciencia. Gracias a ella, tenemos la posibilidad de generar comparaciones, idear posibilidades y cuestionarnos nuestra existencia.
¿Conciencia o consciencia?
A lo largo de este texto, algunos se habrán percatado que hemos usado ambas formas de escribir conciencia. Esto tiene su debida explicación. Cuando nos referimos al significado moral, a esa capacidad de discernimiento entre lo bueno y lo malo, lo correcto es emplear “conciencia”, o sea sin la s entre consonantes.
Pero al referirnos a la capacidad de percibir la realidad y a nosotros mismos, pueden usarse ambas formas “conciencia” o “consciencia”. No obstante, es recomendable usar la más sencilla, “conciencia”.
¿Conciencia animal?
Parece obvio que el nivel de consciencia sólo lo poseemos los humanos, como un rasgo evolutivo que no ha logrado otro animal. Sin embargo, estudios científicos revelan que sí existen altos niveles de conciencia en algunas otras especies.
Ejemplo de ello, es que algunos animales son perfectamente capaces de reconocerse ante un espejo o de considerarse individuos diferenciados entre sí. Aunque de igual manera, estas pruebas son sumamente relativas y elaboradas en función de los cinco sentidos del ser humano. Así, un animal con una vista poco desarrollada, como el perro, probablemente no supere nunca la prueba del espejo, pero si pudiéramos colocar su propio olor en la imagen, tal vez otra sería la historia.
Conciencia y la inteligencia artificial
Con todas las dudas que existen sobre la naturaleza de la conciencia, se suma además la posibilidad de poder generarla con la inteligencia artificial.
Aquí se despliegan muchas interrogantes, la mayoría sin respuestas. La principal, radica en la posibilidad de poder generar, mediante algoritmos computacionales, el mismo proceso que llevan a cabo nuestras neuronas y, en caso afirmativo, si esto bastaría para generar conciencia o si faltaría interacción material.
Recordemos que no sabemos cómo emerge la conciencia en nosotros, así que difícilmente se podría replicar el funcionamiento de lo que no sabemos. Hasta ahora, algunas máquinas han sido capaces de engañar a las personas, haciéndoles creer que interactuaban con otro ser humano, pero en realidad sólo se ha simulado la conciencia. La idea de que emerja conciencia de un procesador de inteligencia artificial aún parece lejana.
En conclusión, por mucho que la mencionemos tanto en psicología como en filosofía, la conciencia es uno de los misterios más grandes en la vida del ser humano. Interrogantes como ¿dónde reside? ¿Cuál es su naturaleza exacta? Y ¿cómo se genera? Ni la ciencia, ni la cultura, ni las religiones las han podido responder.