A medida que la Antropología va adquiriendo madurez en sus estudios, se van planteando nuevos retos e innovadores temas de estudio. Así, a finales del siglo XIX se presentaron diversos análisis motivados a las corrientes de la época, en particular lo concerniente al movimiento feminista.
El feminismo ha empujado a esta disciplina a plantearse diferentes interrogantes en distintos escenarios. Ello ha permitido mostrar cuadros comparativos sobre la posición de la mujer en la sociedad, el estatus que representa en la comunidad y el cambio de su rol con el desarrollo de la historia, generando arduos debates sociales.
La antropología y el feminismo pueden ser considerados como prácticas académicas, disciplinas que nacen y se enfocan en dos sistemas ampliamente diferenciados y que han apoyado las desigualdades evidentes del capitalismo moderno, como son la raza y el género.
Evolución
A los efectos del estudio del sexo femenino, nace la antropología de la mujer, luego surge la antropología de género hasta emerger la antropología feminista.
Todo inició en los años setenta, con el trabajo de antropólogas, quienes en principio no eran consideradas profesionales, de hecho eran autodidactas en sus aprendizajes. Actuaban generalmente como auxiliares de los antropólogos profesionales, quienes comúnmente eran sus esposos.
Entre ellas puede nombrarse a Peggy Golde, Louise Lamphere, Michelle Rosaldo, las cuales presentaron trabajos con la intensión de destacar el rol activo de las mujeres en las distintas culturas. Ocurría que estas mujeres eran opacadas o hasta invisibilizadas cuando el estudio provenía de los antropólogos hombre.
Y esto podía ocurrir además porque pocas veces los hombres podían tener acceso a las mujeres en los grupos organizados o tribus para poder tener acceso a la información de primera mano. Ello dependía de las reglas impuestas por ese colectivo, más aún cuando se trataba de tribus, o ante lo delicado del tema sexual que podía verse amenazado por la presencia de este género. No caben dudas que tal situación persiste hoy día en diversas culturas.
Estas autoras destacaban así, que la historia al no ser contada por mujeres, o en su defecto, al ser difundida solo a través de los hombres, dejaba en total desventaja a la mujer, de allí la diferencia universal conocida entre estos géneros. Surgieron distintos enfoques a este desproporcionado reconocimiento, en los cuales estas exploradoras incluían el sistema capitalista.
Antropología de género
Posterior a lo antes expuesto, se introduce como un objeto de investigación, lo que se conoció como la antropología de género. En ésta se producen críticas a esas primeras investigaciones por considerarlas esencialmente burguesas. Indican que prevaleció la ambiciosa orientación social burguesa.
En todo caso, se ha señalado que el lenguaje utilizado hasta esta fase de la historia, aun cuando fuera esbozado por mujeres, tenía el tinte masculino. Que ello se debe a que la disciplina impartida, fuera a hombres o mujeres, tenía solo el lenguaje masculino.
Finalmente se supera esta fase, y surge la antropología feminista, en la que se expande el estudio de las mujeres a lo físico, a la interacción, y se inmiscuye en otras ramas de la Antropología.
Objeto de estudio
Desde este ámbito de reflexión, ambas disciplinas se enfocan en el problema de las desigualdades históricamente establecidas, que se funda en el yo y el otro, en la estructura de la diferencia del género.
El discurso antropológico comienza en esencia con el yo, mientras que el discurso feminista, de alguna manera, inicia a lo opuesto, con el otro. Este último ha señalado que en distintas culturas, como las sociedades modernas de Occidente, la mujer ha sido el otro para el yo del hombre.
La Antropología feminista
Se conceptualiza como el estudio de las relaciones de género, en la vida social humana, en contraposición al estudio de la mujer. Su campo de estudio va más allá del estudio de la mujer por la mujer, de su identidad y de su composición cultural.
Es decir, no se define por el género de las personas que la ejecutan ni por las personas objeto de estudio, sino por la construcción cultural del género. Abarca desde el cuerpo de la mujer hasta su relación y actuación en el ámbito social y cultural.
Se nutre tanto de los movimientos feministas como de los procesos creativos y audaces del feminismo. Se encuentra en una posición privilegiada en la construcción de teorías o informe novedosos en contra de la opresión del género.
Aportes de la Antropología al feminismo
Es claro que esta ciencia ha sido un gran baluarte para el reconocimiento de la mujer en la sociedad. Independientemente de las críticas surgidas a las primeras antropólogas que proyectaron sus estudios a este género, fueron las que impulsaron la necesidad de profundizar sobre ellas y destacar su posición en las diversas culturas.
Se contribuye de manera decisiva al analizar todos los elementos inmiscuidos en las características del género. Ello con conocimientos comprometidos y críticos, relacionados con la igualdad tanto para hombres como para mujeres.
Se ha cambiado con todo este trabajo, llevado a través de la historia, la manera en que era visualizada la mujer, así como se ha destacado su propia ideología. Los debates feministas ahora cuentan con valiosas investigaciones comparativas para superar y avanzar sobre temas como la subordinación, el color, la violencia.
Contribución del feminismo a la Antropología
El feminismo también ha contribuido con el fortalecimiento científico de esta disciplina. Es un importante estímulo para la actividad y eficacia de la ciencia antropológica, abriendo nuevas brechas interdisciplinarias que conllevan en definitiva a mostrar la experiencia humana en su máximo conocimiento.
Ha hecho una diferencia en la investigación antropológica, comenzando por el tema de la objetividad cuando se trata de los relatos de las vivencias de los grupos culturales. Y es que la objetividad ha sido el eje de críticas para la Antropología cuando se ha tratado la etnografía feminista, considerándose sesgado.
De allí que la actividad feminista ha procurado complementar el registro de la información antropológica, incluyendo la actividad de las mujeres, experiencias, lenguaje, arte, entre otros, para lograr que las teorías sean más objetivas y universales.