Las antiguas civilizaciones tienen un encanto único, por ello, a lo largo de los años hemos intentado entenderlas y acercarnos a su cosmovisión del mundo. Ahora bien, no hay mejor manera de conseguir esto, sino a través de sus registros, los cuales muchas veces encontramos en idiomas desconocidos o en complejos sistemas de escrituras totalmente ajenos a los nuestros.
Tal es el caso de los jeroglíficos, por ello conozcamos un poco más sobre ellos.
¿Qué son los jeroglíficos?
Mucho se ha escuchado de los antiguos egipcios y sus particulares escrituras localizadas en templos, tumbas y pergaminos. Esas pequeñas figuras que parecen relatar historias, pero que ciertamente no somos capaces de comprender sin tener un profundo conocimiento en la materia. Todo esto nos obliga a preguntarnos si los jeroglíficos ¿son simples representaciones de hechos cotidianos o transmiten mensajes de toda índole? ¿La misma figura puede tener significados diferentes? ¿Pueden leerse o solo interpretarse?
Pues bien, lo cierto es que los jeroglíficos son uno de los elementos que conforman un complejo sistema de escritura, cuya particularidad es que no utiliza signos de carácter alfabético, sino dibujos, figuras y símbolos. En este sentido, para las antiguas civilizaciones, era posible leerlas como hacemos ahora con nuestras escrituras modernas.
Ahora bien, los más famosos en la utilización de este sistema fueron los egipcios, además se tienen registro de que los jeroglíficos más antiguos encontrados hasta la fecha, le pertenecen a esta civilización. Pero, debido a la existencia de similitudes en cuanto al uso de símbolos y figuras encontramos que los mayas y los hititas también recurrieron a este tipo de sistemas.
¿Qué representa un jeroglífico?
Llegados a este punto, es natural que deseemos conocer los mensajes que estos símbolos transmiten. No obstante, ya veremos que llegar a la correcta interpretación tomó tiempo, dedicación y algo de suerte.
Sabemos que este tipo de escritura se comenzó a utilizar en el Antiguo Egipto unos 3.300 años A.C., perdurando por más de 3.600 años. Durante este tiempo, el sistema sufrió algunas variaciones que lo hicieron más sencillo, a los fines de su uso cotidiano y dejando para los grandes templos y textos oficiales el uso de la escritura tradicional.
De este modo, en los primeros tiempos, los textos no contaban con más de 700 símbolos, que finalmente llegaron al extraordinario número de casi 7.000 signos en total.
Sin embargo, una vez que Egipto se encontró bajo el dominio griego y romano, los jeroglíficos fueron reemplazados por los alfabetos de estos dominadores, mientras los jeroglíficos, al paso del tiempo, dejaron de ser conocidos. Esto alcanzó su punto más alto cuando en el siglo IV D.C., con la consolidación del cristianismo, se asoció esta escritura a una religión pagana que debía ser olvidada.
Así, con la muerte de los últimos sacerdotes que conocían aquella escritura, los textos jeroglíficos fueron incomprensibles para el resto. Afortunadamente, este halo de misterio generó mucha curiosidad por aquellos símbolos, provocando que varios autores se aventuraran a interpretarlos.
Primeros intentos por descifrar los jeroglíficos
En el siglo V D.C., se da el primer intento por descifrar este complejo sistema de escritura, en una obra titulada Hieroglyphica. Esta obra se atribuyó a Horapolo, de quien no se sabe absolutamente nada y sólo se sospecha sería un egipcio que vivió por aquella época.
El texto se compone de dos libros, en los cuales pretende explicar 189 jeroglíficos. Aunque cabe destacar, que esta explicación hace caso omiso del aspecto gramatical, sólo se fija en jeroglíficos particulares atribuyéndole un significado. En este sentido, vale decir que durante mucho tiempo se pensó que los jeroglíficos sólo eran expresiones simbólicas, sin una organización compleja en su disposición.
Es de esta manera como, Horapolo acertó el significado real de algunos jeroglíficos, pero sus interpretaciones sólo se correspondían con su imaginación, pues carecen de cualquier método o evidencia aceptada por la comunidad de expertos.
Interpretaciones espirituales
Debido a que esta escritura se localizaba principalmente en templos o lugares sagrados u oficiales, algunos autores tenían la certeza de que escondían algún significado oculto de lo divino. Es así como llegamos al siglo XVII y nos encontramos con el jesuita alemán Athanasius Kircher, quien haría el intento más relevante de esa época por interpretar correctamente la escritura de los antiguos egipcios.
Este autor, daba fe de que había logrado descifrar completamente la escritura egipcia. Pero, tal como ocurrió con su predecesor, su método carecía de sustento.
La Piedra de Rosetta
Después de tantos siglos de misterios y de interpretaciones de todo tipo, tendríamos que agradecerle a la buena fortuna. Pues en 1799, durante una expedición en Rosetta, Egipto comandada nada más y nada menos que por Napoleón Bonaparte, fue descubierto un gran bloque de granito con una inscripción donde se identificaban tres versiones de un texto.
En la parte superior de la piedra se distinguen los jeroglíficos del Antiguo Egipto; en el centro se identifica el demótico egipcio, es decir una forma cursiva de los jeroglíficos; y finalmente, en la parte inferior, el texto en griego antiguo.
El texto de la piedra de Rosetta, es un edicto del rey Ptolomeo V, del año 196 a.C. y se constituye en la pieza fundamental para entender el significado y darle la correcta interpretación a la escritura jeroglífica egipcia. Pero para lograr esto, se tuvo que esperar hasta el año 1822 de la mano de Jean François Champollion y el aporte de Thomas Young. Ambos, se dieron la tarea de comparar el texto en griego, idioma que conocían a la perfección, con el texto en los jeroglíficos, dando así con el significado de cada jeroglífico. Gracias a este trabajo, hoy podemos poder leer las escrituras de los Antiguos Egipcios y con conocer su cultura.
¿Cómo se leen los jeroglíficos?
Todo este largo camino para volver a ser capaces de leer esta escritura tuvo sus frutos. Ahora sabemos, que:
La escritura en jeroglíficos se escribía en líneas o columnas, ambas formas eran admisibles. En cuanto al sentido, podía hacerse tanto de izquierda a derecha, como de derecha a izquierda. Lo que permite identificar el sentido de un texto, es observar hacia dónde señalan los signos, y ése será el inicio.
También, conocemos que los signos eran agrupados en bloques imaginarios, donde además se aprovechaba mucho espacio, en comparación a si se colocaran uno al lado de otro. Con esta disposición, los signos ubicados en una posición superior siempre se leen antes que los inferiores.
Adicionalmente, existen distintos tipos de jeroglíficos, unos que evocaban una idea, conocidos como ideogramas, y otros que representaban un sonido, llamados fonogramas. Con respecto a estos últimos, es un dato curioso que dichos signos sólo representan consonantes, ninguno de los jeroglíficos representa vocales. Por ello, se ha hecho costumbre de parte de los expertos colocar entre las consonantes la letra “e” para poder pronunciarlos.
La correcta interpretación de esta escritura nos ha permitido conocer mucho más sobre esta antigua civilización y ha sido el punto de partida para comprender otras.