¿Has oído hablar de la Identidad personal? Veamos de qué se trata

¿Tienes una concepción de ti mismo?

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qué es identidad personal

Adentrarnos en la mente humana nunca ha sido una tarea sencilla, pues saber lo que ocurre en la cabeza de una persona es totalmente imposible. Muchas veces, este desconocimiento es incluso sobre nosotros mismos. Ante la cuestión ¿quién soy yo?, puede que muchas veces nos quedemos en blanco o simplemente descubramos que tenemos muchas formas de contestar.

Ante esta situación, la psicología nos trae el concepto de identidad personal para ayudarnos a enfrentar esta compleja pregunta.

¿Qué es la identidad personal?

Más allá de un nombre, un rasgo físico o de alguna creencia religiosa o ideológica, todos tenemos una definición de nosotros mismos, que es mucho más amplia e implica diferentes elementos relacionados entre sí. Todo esto es lo que en psicología se llamaría identidad personal. Es decir, la identidad personal es el cúmulo de características que cada uno de nosotros como individuos reconocemos en nosotros mismos, que nos hacen únicos y nos distinguen de los demás.

Por supuesto, esta imagen o auto-concepto, lo vamos generando a lo largo de nuestras vidas y puede variar considerablemente según la etapa vital o las experiencias adquiridas. Asimismo, esta identidad posee dos aristas importantes: la social, que nos define como perteneciente a un determinado grupo y nos permite adaptarnos al entorno; y, por otro lado, la dimensión personal o individual propiamente dicha, que serán todas esas características que nos hacen únicos y definen nuestra imagen interna.

Desarrollo de la identidad personal

Como ya lo mencionáramos, la identidad personal se trata de un proceso dinámico, evolutivo y cambiante que se va construyendo con el pasar de los años. En este proceso, además de las experiencias vividas, tendrán gran relevancia nuestra interacción con el mundo que nos rodea. En tal sentido, su desarrollo inicia desde el momento mismo del comienzo de la vida.

Cuando se es un bebé, no se tiene en realidad consciencia de la propia existencia, pero cuando un pequeño bebé interactúa con su ambiente y con su cuerpo adquiere este conocimiento, lo que genera que comience a reconocerse a sí mismo y a diferenciarse de otros. En este caso, de su madre que sería la persona naturalmente más cercana.

Cuando pasamos a la infancia nos reconocemos, de igual manera reconocemos a otros y nos comenzamos a diferenciar. Agreguemos a esta ecuación, a otros familiares y el roce social que implica la escolaridad. Comenzamos entonces a identificarnos con semejantes y al mismo tiempo a diferenciarnos de ellos.

Sin embargo, en esta edad temprana todo es muy influenciado por nuestro entorno familiar, escolar y en algunos casos en mayor o menor medida por la cultura y la religión.

La adolescencia: momento cumbre en la definición de la identidad personal

Es realmente en esta etapa de nuevas vivencias donde comienza a “derrumbarse” y a reorganizarse la identidad personal. En la adolescencia, nos cuestionamos todo lo que nuestras familias y demás instituciones nos enseñaron como correcto, normal o aceptable.

Asimismo, es el tiempo de buscar aceptación en otro grupo de iguales. Es en este tiempo donde reafirmamos, reagrupamos o definitivamente nos alejamos de la percepción de nosotros mismos que teníamos en la infancia.

Es en este momento cuando se da la transición de una existencia infantil y toda la protección que implica, para pasar a la madurez física, sexual, social y psicológica que supone la vida adulta. De modo que, es esencial alcanzar una identidad que nos permita diferenciarnos del resto y, de ser posible, destacar sobre otros. Todo esto ocurre, ante la urgencia del adolescente de comprenderse, conocer sus verdaderas aptitudes y tomar decisiones.

En resumen, la adolescencia significa un punto trascendental en la construcción de la identidad personal. Durante este período convulsivo de nuestras vidas, solemos reevaluar y reorganizar las experiencias de vida, las creencias y educación adquiridas, junto con nuevas perspectivas para crear e integrar una nueva o ampliada imagen que nos defina.

Esto no quiere decir que a lo largo de nuestra vida adulta no aparezcan situaciones o momentos que nos permitan consolidar esta imagen o que por el contrario nos hagan cuestionar nuevamente todo, ello con miras a generar una nueva construcción de la identidad personal o al menos adaptarla a otras realidades.

Identidad personal y social

Como se puede evidenciar de todo lo anterior, nuestra identidad como individuos estará integrada por dos frentes diferenciados, pero  que al mismo tiempo se complementan, a saber, la identidad personal y la identidad social.

Así encontramos que la identidad personal, viene dada por el cúmulo de rasgos particulares de un individuo. Entre ellos podemos enumerar, actitud, habilidades, virtudes, carencias, etc. En otras palabras, aquellas características que nos diferencian de los demás, que nos proporcionan individualidad y personalidad.

Por su parte, la identidad social es aquella por la cual una persona se define como perteneciente o integrante a determinados grupos sociales. En este sentido, esta identidad nos permite asumir características, actitudes o rasgos propios de determinada comunidad, ya sea de carácter espiritual, nacional o profesional. Es así, como forjamos o complementamos el concepto de nosotros mismos, al tiempo que nos indica nuestro lugar en la sociedad.

Crisis de identidad

Es importante destacar que la identidad personal cumple con dos acciones principales que ayudan a mantener nuestro equilibrio psíquico. La primera, brindarnos una valoración de nosotros mismos (siempre que esta valoración sea positiva), para sentirnos personas con capacidades para enfrentar diferentes sucesos y circunstancias; la segunda, es ayudarnos a nuestra adaptación al entorno, pues siendo capaces de modificar algunos rasgos de nuestra identidad, podremos integrarnos más fácilmente en un nuevo entorno cuando ello fuese necesario.

En este orden de ideas, cuando la imagen que recibimos del exterior o de nuestro entorno no concuerda con nuestra percepción interna, este equilibrio psíquico se ve afectado. En tales casos es cuando se presentan crueles luchas interna entre lo que creemos que somos y lo que sentimos que somos en realidad. De esta forma, tener experiencias que supongan momentos trascendentales en nuestras vidas, como rupturas sentimentales, pérdida de seres queridos, despido de ese empleo soñado, pueden significar sufrir una crisis de identidad.

Ante este escenario, nos veremos obligados a reevaluar creencias, actitudes y valores que le dan base a nuestra identidad personal. De esta evaluación, dependerá que tomemos la decisión de cambiar o suprimir aquellas que no se corresponden con nuestro yo.

Por esta razón, es que la definición final de la identidad personal no se logra en un momento determinado de la vida sino a lo largo de ella, cuando evolucionamos, cambiamos de ambiente o nos abrimos a nuevas perspectivas.

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